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Clásicos hispánicos > Don Quijote > Edición. Segunda parte > Capítulo LVIII (1 de 4)
Don Quijote de la Mancha

Capítulo LVIII
Que trata de cómo menudearon sobre don Quijote aventuras tantas, que no se daban vagar unas a otras1 (1 de 4)

Cuando don Quijote se vio en la campaña rasa, libre y desembarazado de los requiebros de Altisidora, le pareció que estaba en su centro2 y que los espíritus se le renovaban para proseguir de nuevo el asumpto de sus caballerías3, y volviéndose a Sancho le dijo:

—La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertadI así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres4. Digo esto, Sancho, porque bien has visto el regalo, la abundancia que en este castillo que dejamos hemos tenido; pues en mitadII de aquellos banquetes sazonados y de aquellas bebidas de nieve5 me parecía a mí que estaba metido entre las estrechezas de la hambre, porque no lo gozaba con la libertad que lo gozara si fueran míos, que las obligaciones de las recompensas de los beneficios y mercedes recebidas son ataduras que no dejan campear al ánimo libre6. ¡Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo7!

—Con todo eso —dijo Sancho— que vuesa merced me ha dicho, no es bien que se quedeIII sin agradecimiento de nuestra parte docientos escudos de oro que en una bolsilla me dio el mayordomo del duque, que como píctima y confortativo la llevo puesta sobre el corazón8, para lo que se ofreciere, que no siempre hemos de hallar castillos donde nos regalen, que tal vez toparemos con algunas ventas donde nos apaleen.

En estos y otros razonamientos iban los andantes, caballero y escudero9, cuando vieron, habiendo andado poco más de una legua, que encima de la yerba de un pradillo verde, encima de sus capas, estaban comiendo hasta una docena de hombres vestidos de labradores. Junto a sí tenían unas como sábanas blancas con que cubrían alguna cosa que debajo estaba: estaban empinadas y tendidas10 y de trecho a trecho puestas. LlegóIV don Quijote a los que comían y, saludándolos primero cortésmente, les preguntó que qué era lo que aquellos lienzos cubrían. Uno dellos le respondió:

—Señor, debajo destos lienzos están unas imágines de relieve y entalladuraV que han de servir en un retablo que hacemos en nuestra aldea11; llevámoslas cubiertasVI, porque no se desfloren12, y en hombros, porque no se quiebren.

—Si soisVII servidos —respondió don Quijote—, holgaría de verlas, pues imágines que con tanto recato se llevanVIII sin duda deben de ser buenas.

—¡Y cómo si lo sonIX! —dijo otro—. Si no, dígalo lo que cuestaX, que en verdad que no hay ninguna que no esté en más de cincuenta ducados13; y porque vea vuestra merced esta verdad, espere vuestra merced y verla ha por vista de ojos14.

Y, levantándose, dejó de comer y fue a quitar la cubierta de la primera imagen, que mostró ser la de San Jorge puesto a caballo, con una serpiente enroscada a los pies y la lanza atravesada por la boca15, con la fiereza que suele pintarse. Toda la imagen parecía una ascua de oro, como suele decirse. Viéndola don Quijote, dijo:

—Este caballero fue uno de los mejores andantes que tuvo la milicia divina: llamóse don San Jorge16 y fue además defendedor de doncellas. Veamos esta otra.

DescubriólaXI el hombre, y pareció ser la de San Martín puesto a caballo, que partía la capa con el pobre; y apenas la hubo visto don Quijote, cuando dijo:

—Este caballero también fue de los aventureros cristianos, y creo que fue más liberal que valiente, como lo puedes echar de ver, Sancho, en que está partiendo la capa con el pobre y le da la mitad; y sin duda debía de ser entonces invierno, que, si no, él se la diera toda, según era de caritativo.

—No debió de ser eso —dijo Sancho—, sino que se debió de atener al refrán que dicen: que para dar y tener, seso es menester17.

Rióse don Quijote y pidió que quitasen otro lienzo, debajo del cual se descubrió la imagen del Patrón de las Españas a caballo, la espada ensangrentada, atropellando moros y pisando cabezas; y en viéndola, dijo don Quijote:

—Este sí que es caballero, y de las escuadras de Cristo: este se llama don San Diego Matamoros18, uno de los más valientes santos y caballeros que tuvo el mundo y tiene agora el cielo.

Luego descubrieron otro lienzo y pareció que encubría la caída de San Pablo del caballo abajo19, con todas las circunstancias que en el retablo de su conversión suelen pintarse. Cuando le vido tan al vivo, que dijeran que Cristo le hablaba y Pablo respondía:

—Este —dijo don Quijote— fue el mayor enemigo que tuvo la Iglesia de Dios Nuestro Señor en su tiempo y el mayor defensor suyo que tendrá jamás: caballero andante por la vida y santo a pie quedo por la muerte, trabajador incansable en la viña del Señor, doctor de las gentes, a quien sirvieron de escuelas los cielos y de catedrático y maestro que le enseñase el mismo Jesucristo20.

Notas:

  • (1) ‘no se daban descanso las unas a las otras’. volver
  • (2) ‘en el elemento que le era propio’, y, por ahí, ‘feliz, en el colmo de sus aspiraciones’. º volver
  • (3) En este contexto, espíritus vale por ‘aliento vital, ánimo’, el necesario para proseguir su ‘empresa o profesión’ (asumpto). La locución de nuevo no equivale todavía a ‘nuevamente’, ya que se emplea para indicar acción o estado reciente; más bien significa ‘otra vez’. º volver
  • (4) El tema de la libertad, relacionado con el de la dignidad del hombre, es frecuente en C. º volver
  • (5) ‘heladas’, ‘enfriadas con nieve’; costumbre ampliamente extendida en el Siglo de Oro (II, 51, 1045, n. 1). volver
  • (6) campear: ‘manifestarse, salir por sus fueros’. La reflexión tiene paralelos, particularmente, en Séneca. º volver
  • (7) El principio de la frase recuerda las versiones castellanas del «Beatus ille» de Horacio (Epodos, II). º volver
  • (8) píctima: ‘pítima, emplasto o cataplasma de hierbas que, como cordial, se colocaba sobre el corazón’. º volver
  • (9) En este contexto andante es sustantivo, como en el Persiles: «es discreto como andante peregrino» (II, 6). º volver
  • (10) ‘puestas en pie y extendidas por el prado’, o bien ‘empinadas en parte y en parte tendidas’. El sentido de la frase no está del todo claro. Como otras veces, C. demora la presentación de los objetos, jugando con el parecer y el ser. º volver
  • (11) entalladura: no es seguro el sentido de la palabra.V volver
  • (12) ‘no se les estropee el lustre’. º volver
  • (13) No era un precio excesivo; véase I, 22, 238, n. 29. º volver
  • (14) ‘por sus propios ojos’ (véase I, 18, 187, n. 7). º volver
  • (15) Entiéndase, claro está, ‘una serpiente atravesada por la lanza’, aunque literalmente la frase está aplicada al santo. volver
  • (16) El tratamiento de don que se da a los santos puede deberse tanto a una tradición medieval que mantiene el valor de don ‘señor’ incluso para Jesucristo, como a la consideración de caballeros andantes que aquellos le merecen a DQ. º volver
  • (17) Refrán que Sancho utiliza burlescamente para reírse, siguiendo una corriente popular, de la «media caridad» de San Martín, que partió su capa con el mendigo en vez de dársela entera. º volver
  • (18) ‘Santiago a caballo con la espada levantada y un moro a los pies del animal’, tal como se le representa por su supuesta actuación en la batalla de Clavijo. Diego, Jaime, Jacobo y Santiago son formas del mismo nombre. º volver
  • (19) pareció: ‘se vio’. º volver
  • (20) Los epítetos con que se califica a San Pablo son en buena parte de procedencia bíblica. º volver

Notas críticas:

  • (I) 1094.14  [Acogiendo una sugerencia de M. Morreale, suprimimos las comas de la frase que desde A se ha puntuado por la libertad, así como por la honra, se puede..., para no dar pie en absoluto a interpretaciones como la de VG, para quien en el elogio de la libertad «C. habla ... por su héroe», mientras la referencia a la honra «es un inciso, que parece concesión de C. a las ideas de la época». Nótese, sin embargo, que, de no mediar un comentario expreso como ese, la inexistencia de una tradición española medianamente estable en materia de puntuación hace imposible atribuir ningún matiz especial al hecho de que un texto modernizado mantenga o bien omita las comas de A. volver
  • (II) 1094.18 mitad V MA metad edd. [En todo el Q., y aun, salvo error, en toda la obra de C., la forma sólo reaparece un poco más abajo y debe achacarse sin la menor duda al componedor del pliego externo del cuaderno Ee (1v y 7). volver
  • (III) 1095.2 quede edd. queden HZ SB FL [Es concordancia muy propia de C. volver
  • (IV) 1095.14 Llegó edd. Lllegó A volver
  • (V) 1095.18 entalladura RAE entabladura edd. entabladuras RQ [SB interpreta entabladura (que no se halla en F. García Salinero 1968) como ‘protección y refuerzo hecho con tablas’, mientras para los continuadores de CT vale en tabla dura ‘en madera dura’; RQ, antes de sumarse a esta última explicación, refería su enmienda a los «andamios que han de servir para montar las imágenes en un altar». La corrección de la RAE es sensata, está acorde con el uso cervantino de entallar (I, 2, 47; II, 12, 724) y entallador (La entretenida, v. 2255, f. 188v) y no puede tacharse de facilior, en tanto la lección de A parece atraída por el inmediato retablo. volver
  • (VI) 1095.19 cubiertas edd. cubierras A volver
  • (VII) 1095.21 sois edd. fois A volver
  • (VIII) 1095.22 llevan edd. llenan A volver
  • (IX) 1095.24 si lo son edd. que lo son MA volver
  • (X) 1095.24 cuesta edd. cuestan MA1730 LO RAE FL volver
  • (XI) 1096.6 Descubrióla edd. deseubrióla A volver

Notas complementarias:

  • (1) 1094.2—El centro era término cosmológico que designaba el ámbito propio de cada elemento y de cada ser; cf. Allen y D. Ynduráin [1997:36, n. 1000]. «Decimos, cuando uno está contento, que no se acuerda de nada ni desea más que aquello de que está gozando, que está en su centro» (Covarrubias, Tesoro). ¶ Riley [1986/90:135] subraya la alegría de DQ al poder escapar del castillo. volver
  • (2) 1094.3—Los valores de espíritu pueden verse en Serés [1989:254, 260 y passim]. ¶ de nuevo: M. Morreale. ¶ Sobre la libertad recobrada por DQ, Riley [1986/90:163]. volver
  • (3) 1094.4—CL, CT, RM. Shklovsky [1925/71:205] interpreta el discurso de DQ como un desarrollo de la cita «Non bene pro toto libertas venditur auro», que ya había aducido C. en I, Pról., 14. Para su idea de libertad y dignidad, A. Castro [1925/87]; Rosales [1960:II, 595-600 y passim] recoge una antología de perícopas cervantinas sobre el tema; Grilli [1996:46-47] parte de este discurso para subrayar la diferencia entre DQ y Sancho. Cf. también A. Sánchez [1981:477-478]. «Gozaba la florida libertad, loada de sabios, deseada de muchos, cantada y discantada de poetas, para cuya estimación todo el oro y riqueza de la tierra es poco precio» (Guzmán de Alfarache, I, II, 5, p. 281). ¶ VG malinterpreta este pasaje considerando así como por la honra como un «inciso» y una «concesión de C. a las ideas de la época»; lo entendió mejor Franciosini: «per la libertà, nello istesso modo che per l’onore». M. Morreale. volver
  • (4) 1094.6—Herrero García [1983:761]. Cf. abajo, 1103, n. 59. ¶ campear: II, 14, 736, n. 14. volver
  • (5) 1094.7—Séneca, De beneficiis, I, 18; II, 11, etc. Para la frase siguiente, RM trae un paralelo de Montaigne, Essais, III, 9 (cf. López Fanego 1981:1018); Rodríguez Marín [1920:144] cree detectar alguna referencia autobiográfica de C. volver
  • (6) 1095.8—BW, CT, Arco y Garay [1951a:428]. «Advirtióle la tibieza y la malicia con que de Cornelio había hablado, todo lo cual fue píctima para el afligido corazón de Ricardo» (El amante liberal, f. 52). ¶ A partir de estas palabras, Grilli [1996:47] subraya la condición escuderil de Sancho. volver
  • (7) 1095.9—Habría que evitar equivocadas deducciones sobre la conciencia del estado social como las que hace VG a propósito de este pasaje: «Don Quijote y Sancho quedan situados ahora en plan de igualdad», como si andantes, participio de andar, no fuera aposición; véase más adelante corredores, que mucho tiene que ver con correr [mundo] y nada con corredor de comercio. M. Morreale. volver
  • (8) 1095.10—CL, RM. ¶ Lo que representa una comparación real sábanas ‘lienzos’ viene seguida de un “descubrimiento” e identificación no menos real, que se expresa sin embargo con parecer ser, mostrar ser y las otras expresiones por las que la realidad y la apariencia se confunden ya en el plano de la lengua. M. Morreale. ¶ Sobre la técnica cervantina del «ritardamento», cf. Lecturas. volver
  • (9) 1095.12—Covarrubias, Tesoro; Autoridades trae un lugar de Lope, la Dorotea: «La hermosura falta y la desflora la edad». ¶ En Lecturas se estudia el episodio de las imágenes, su significación y la información precisa sobre los cuatro santos; complétese con Ruta [1990]b. Cf. también A. Castro [1925/87:310-311], Madariaga [1926/67:181-201], Bataillon [1937/66:794], Sarmiento [1947], Murillo [1988:226-229], Moner [1994:859-860]. volver
  • (10) 1095.13—RM. volver
  • (11) 1095.14—La forma de futuro dividido con pronombre personal átono intercalado verla ha, que ya había ido de más a menos en la segunda mitad del siglo XVI, se presenta aquí (¿significativamente?) en el habla de uno de los labradores. M. Morreale. volver
  • (12) 1096.16—BW, CT, SB, RM, CZ, MU. volver
  • (13) 1096.17—BW, RM, Vega Rodríguez [1990:324-325]. Para el refrán, cf. Correas, Vocabulario, p. 455b. ¶ En el oficio y las vidas del santo, el episodio se sitúa efectivamente en invierno, en medio de una ola de frío y a las puertas de Amiens: «Quodam itaque tempore cum iam nihil praeter arma et simplicem vestem haberet media hieme, que subito asperior inhorruerat adeo ut plerosque vis algoris extingueret, obvium habet in porta Ambianensium civitatis pauperem nudum». M. Morreale. ¶ A. Castro [1925/87:267, 310-311] ve en la referencia a los tres santos caballerescos y en su oposición a San Pablo, sin don, un rasgo de pensamiento erasmista; le sigue Ruta [1990:880 y passim]b; >Lecturas. ¶ La valoración de los santos se sostiene, pues, o cae, con el ideal caballeresco que C. atribuye a DQ. Por venir incorporados en el mundo caballeresco en su realización trascendente, se sustraen a una actitud antiheroica. M. Morreale. ¶ Martínez-Bonati [1992/95:111-112] contempla la caída de San Pablo y la meditación de DQ como indicio especular de la próxima derrota y conversión, desde la locura, de DQ. volver
  • (14) 1096.18—BW, SB, RM; García Villada [1919:32 ss.], González Novalín [1990], y cf. Lecturas; para la visión apocalíptica, Hendrick [1960:76]. ¶ Para la atribución del patronazgo de España a la voluntad divina, pudo aludir C. al célebre diploma de Ramiro I, con los «Votos de Santiago». Pero este y los demás ejemplos que «en las verdaderas historias españolas se cuentan» es más probable que le constaran por los escritos polémicos que esgrimían los defensores de las razones del patronazgo del Apóstol contra los impugnadores de su venida y predicación en España (Juan de Velasco, 1605; Diego del Castillo, 1608, y otros), por cuanto que Santiago había sido también signo de contradicción, desde el propio diploma. Aún no habían sobrevenido las discusiones que acompañaron a la propuesta del copatronato de Santa Teresa, con la apasionada intervención de Quevedo en el Memorial del patronato de Santiago (1627) y de Su espada por Santiago (1628). La visión apocalíptica de Santiago no era reconocida aún como una superchería en España, pero hallaba oposición en Roma, donde además (entre 1568 y 1618) la comisión para la reforma del Breviario Romano, encargada de cercenar los santos de culto local, sufría los embates de las Iglesias nacionales. A esta luz, la insistencia en «la verdad» de los ejemplos «que en las verdaderas historias españolas se cuentan» puede interpretarse como afirmación polémica de un culto que se había puesto en tela de juicio, especialmente por parte de los extranjeros. M. Morreale. volver
  • (15) 1096.19— M. Morreale. volver
  • (16) 1097.20—CT, Monroy [1963:162-167]. ¶ A. Castro [1966:101-102] interpreta el elogio como protesta contra la limpieza de sangre; >Lecturas. ¶ De los cuatro santos, cuál más cuál menos, van todos orientados hacia el ideal caballeresco («a caballo» andaba también San Pablo). Para una subdivisión del grupo habría que aducir primero argumentos formales, con la diferencia de «fuentes» entre los tres primeros santos y el último. M. Morreale. volver
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